sábado, 3 de septiembre de 2011

Sólo desaparecen los que tienen un lugar a dónde ir.

Había pasado tanto tiempo desde que mi felicidad se había ido por la ventana que yo misma no me sentía.
Con el tiempo no habían cambiado muchas cosas en mí, se podría decir que el tópico de que todo haya cambiado en todo excepto uno mismo era cierto, y que la suerte no acompaña al que más la necesita ni desea, sino al que menos se la espera. La locura invadió mi habitación con una pizca de cafeína desde que me empezó a gustar el color rosa pálido de mis paredes, las cuales adorné con unas pocas fotos, dibujos y relojes. Creo que acabo de perder la cordura para siempre, para el resto del día, para estos próximos diez meses, y le daré gracias a Satanás si para dentro de unos años consigo algo de cordura, madurez, y con algo de suerte, suerte.
Llaman a la puerta, el próximo avión sale este miércoles, con destino recuerdos, y fotos que estarán en dos semanas guardadas en el fondo del cajón de un álbum de fotografías tituladas amnesia. . Empiezo ha hacer la maleta, para distraerme, creo que no acabo de entender qué es lo que quiero, o lo que opino de esta situación, o de mi vida. Vida. Qué palabra tan extraña, tampoco había caído en la cuenta de su doble significado, refiriéndose a la vida de vivir mientras tu corazón palpite y al otro significado que está por destapar.
La maleta es bastante grande. Introduzo a Anna Karenina dentro, unas pocas camisetas, pantalones, y un bikini mientras el Sol se apaga, al igual que el rosa pálido de mis paredes, que se apagaron junto toda la habitación.

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